Dada la dimensión global de la pandemia de Covid-19, y el hecho de que el número de mutaciones está aumentando en todo el mundo, debemos superar nuestros intereses nacionales y económicos egoístas. Una respuesta exitosa frente a la pandemia requiere una acción global coordinada basada en la toma coordinada de decisiones, procesos de suministro de vacunas justos y transparentes y el intercambio de conocimientos.
Discurso de Barbara Unmüßig, Presidenta de la Heinrich-Böll-Stiftung, en el evento "Nadie está seguro hasta que todo el mundo esté seguro: Perspectivas mundiales sobre la vacunación contra el virus Covid-19", el 28 de junio de 2021.
Señoras y señores, queridos invitados y queridos amigos,
Gracias por recibirme hoy aquí.
Permítanme empezar diciendo que la actual política de vacunas no es sólo una cuestión de salud mundial, sino también, en gran medida, una cuestión de justicia social y económica.
Desde mi punto de vista hay al menos tres grandes dimensiones de justicia involucradas al respecto:
- La primera gira en torno a una distribución global justa y equitativa de las vacunas: la justicia vacunal.
- La segunda está relacionada con los impactos sociales y económicos a corto, medio y largo plazo, si la gente no se vacuna y la recuperación económica está en riesgo.
- La tercera dimensión examina la actual política mundial de vacunación, y cómo influye y determina las relaciones internacionales y la percepción de la justicia y la solidaridad internacionales.
La situación de la pandemia, en Europa y Estados Unidos, se está suavizando poco a poco.
Podemos volver a disfrutar de nuestras libertades, socializar, los niños pueden volver a la escuela, la vida económica está recibiendo un impulso.
Todo esto es posible no porque la pandemia haya terminado, sino por la disponibilidad de una serie de vacunas y las campañas de vacunación en curso.
En Alemania casi el 50% de los adultos han recibido la primera dosis. Estados Unidos tiene como objetivo que el 70% de su población adulta esté vacunada para el 4 de julio de 2021.
Según la Organización Mundial de la Salud, hasta ahora se han utilizado cerca de dos mil millones de dosis de vacunas. El 75% de ellas en sólo diez países.
China, Estados Unidos e India han consumido el 60% de todas las dosis de vacunas.
Sin embargo, en la mayoría de los países del Sur Global la realidad es muy diferente.
En África, la tercera oleada de Coronavirus, con nuevas variantes del virus, está haciendo estragos en algunas zonas peor que nunca.
Hasta la fecha menos del 1% de la población africana está totalmente vacunada.
Los países más pobres no han recibido ni la mitad de las vacunas disponibles.
Una distribución tan desigual no sólo deja a millones de personas sin protección contra el virus, sino que permite también que surjan y circulen variantes mortales del virus en todo el mundo.
En cuanto a la equidad de las vacunas persiste una enorme brecha entre los países más ricos y los más pobres.
Parece como si la vieja división Norte-Sur hubiera vuelto. Privilegios para los países más ricos a costa de las vidas del Sur global.
El resultado es que esto nos aleja aún más de la recuperación social y económica mundial.
Para la mayoría de los países en desarrollo la baja tasa de vacunación es un desastre y profundizará aún más la tremenda crisis económica y social.
Muchas economías desarrolladas pudieron absorber este choque sin precedentes utilizando una política monetaria no convencional y un gasto de estímulo masivo.
Este camino no estaba abierto para muchos países en desarrollo que tienen unos recursos y una capacidad institucional limitados para apoyar sus economías. La pandemia de coronavirus, y sus consecuencias económicas asociadas, han exacerbado los elevados niveles de endeudamiento de muchos países de ingresos bajos y medianos, lo que ha dificultado su capacidad para responder a la crisis sanitaria y económica y hacer que sus economías sean resistentes al cambio climático.
Según la ONU, más de 200 millones de personas en todo el mundo podrían caer en la pobreza extrema para el año 2030.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, la COVID-19 puede haber aumentado el número total de personas desnutridas en el mundo en más de 100 millones en 2020 en comparación con los niveles anteriores a la pandemia.
La Cámara de Comercio Internacional asevera que el coste podría ascender a 9,2 billones de dólares si los países en desarrollo no tienen acceso independiente a las vacunas contra la Covid 19. La mitad de estos costes se producirían en los países desarrollados.
Por ello, el aumento de la producción de vacunas y su amplia distribución es tanto una necesidad económica urgente como un imperativo moral.
Junto con la Organización Mundial de la Salud y la OMC, el Grupo del Banco Mundial y el FMI han instado al apoyo internacional para la financiación de 50.000 millones de dólares con el fin de lograr un acceso más equitativo a las vacunas y ayudar así a atajar la pandemia en todo el mundo.
La iniciativa Covax se puso en marcha al principio de la pandemia precisamente por esta razón, entre otras.
Sin embargo, Covax aún no está dotado de los medios y las dosis de vacunas adecuadas. Inicialmente, Europa y Estados Unidos lo impidieron bajo las premisas de ‘Europe first’ (‘Europa primero’) y ‘America First’ (‘Estados Unidos primero’). Los países industrializados compraban vacunas que en realidad estaban destinadas para los países más pobres como entregas vía Covax.
No fue sino hasta principios de este año que los envíos de vacunas a través de Covax llegaron a varios países de África y Asia. Pero ya en abril se advirtió a algunos de los países más pobres que esperaran retrasos debido a la repentina escasez de vacunas. India, que es el mayor proveedor de Covax y se ha visto muy afectada por la pandemia, necesitó de repente ayuda internacional.
Es una buena noticia que el fabricante estadounidense Moderna anunciara sus planes de suministrar a Covax hasta 500 millones de dosis de vacunas, la mayoría de las cuales, sin embargo, se entregarían en 2022.
Lo vemos: la capacidad de actuación de Covax depende del favor de los productores de vacunas individuales. Y una vez que fallan como proveedores, las campañas de vacunación corren peligro o se paralizan por completo.
Me gustaría ahora abordar también algunos aspectos sobre cómo la pandemia y las políticas de vacunación influyen y determinan las relaciones internacionales.
Ahora que su propia población ha sido abastecida con suficientes vacunas, casi se podría decir que ha comenzado un "concurso de imagen pública" entre los países occidentales sobre quién entregará más dosis de vacunas al Sur Global.
El ministro de Asuntos Exteriores alemán habla incluso de "solidaridad internacional en acción" y presume de que Alemania es el segundo mayor donante de la plataforma Covax.
Sin embargo, el egoísmo occidental inicial y la falta de fiabilidad de Covax han alimentado la llamada diplomacia de las vacunas de China y Rusia. Ambos la utilizaron en las primeras fases de la pandemia para aumentar su influencia política ofreciendo condiciones favorables para las vacunas a determinados "amigos y vecinos" e intentando así crear nuevas realidades geopolíticas.
Los países del G7 han decidido recientemente entregar 2.300 millones de dosis de vacunas a los países más pobres antes de que finalice el próximo año. Este paso llega con mucho retraso, pero al menos está llegando.
Sin embargo, las cantidades anunciadas están lejos de ser suficientes. Se necesitan entre 10.000 y 15.000 millones de dosis de vacunas para proteger a la población mundial y detener la propagación del virus.
Cuanto más tarden los países ricos en repartir las dosis, menos tiempo tendrán los países receptores para vacunar. Para tener en cuenta: las vacunas tienen fecha de caducidad.
Además de una distribución mucho más rápida de las vacunas, es esencial aumentar su producción. Una forma de hacerlo es eliminando patentes, licencias, derechos de autor y otras barreras comerciales. Por desgracia, ya hemos perdido mucho tiempo en este sentido.
Como todos ustedes saben, el pasado mes de octubre India y Sudáfrica presentaron una propuesta en la OMC para suspender la protección de las patentes de las vacunas, al menos temporalmente.
Más de un centenar de países miembros de la OMC la han respaldado. Ha sorprendido que el gobierno de EE.UU. se haya desmarcado de la falange de los países industrializados que se oponen y señale su acuerdo.
La UE está dividida. El gobierno alemán ha criticado la decisión de la administración Biden. Las empresas farmacéuticas se levantan en armas contra esta última. No se sabe si las negociaciones basadas en textos sobre la propuesta de exención de los ADPIC (Aspectos de los Derechos de Propiedad Intelectual relacionados con el Comercio), que han comenzado recientemente en la OMC, puedan dar lugar a la esperada suspensión de las patentes.
La industria farmacéutica siempre argumenta, en contra de la suspensión de patentes, el alto coste de desarrollo de los medicamentos y las vacunas. Pero en el caso de las vacunas contra la COVID 19, los gobiernos gastaron miles de millones de euros para permitir y acelerar el desarrollo de las vacunas.
Creo que es más que adecuado poner condiciones a esa enorme financiación pública. Las vacunas no deberían ser una mercancía, especialmente en las emergencias de salud pública mundial y en las crisis humanitarias, sino que deberían considerarse como un bien común.
Otro de los argumentos de los fabricantes de vacunas, y de los políticos que los apoyan, es que la producción de vacunas es demasiado compleja para su rápida reproducción en los países en desarrollo. Sí, es una actividad que requiere tecnología y conocimientos intensivos. Pero hay suficientes fabricantes potenciales en el mundo.
Un grupo de expertos en salud sugirió recientemente que empresas de Sudáfrica, Senegal y Egipto podrían reequipar rápidamente las fábricas para producir vacunas de ARNm si tienen acceso a la tecnología y a los conocimientos técnicos. También hay productores de talla mundial en Asia y América Latina.
Y, por supuesto, una respuesta pandémica exitosa y sostenible debe incluir toda una serie de medidas. La comunidad internacional debe unir fuerzas urgentemente para proporcionar a los países en desarrollo todo el material necesario para las campañas de vacunación y los centros de pruebas. Necesitamos planes de contingencia para hacer frente a las mutaciones víricas y a la escasez de suministros, como se indica en el plan conjunto del FMI, la OMS y el Banco Mundial, publicado recientemente. El plan también establece claramente que hay que eliminar cualquier obstáculo que impida ampliar el suministro de vacunas.
Insisto una vez más: la rapidez es esencial. Dada la dimensión global de esta pandemia y el hecho de que el número de mutaciones está aumentando en todo el mundo, debemos superar nuestros egoístas intereses nacionales y económicos. El éxito de la respuesta a la pandemia requiere una acción global coordinada basada en una toma de decisiones coordinada, procesos de suministro de vacunas justos y transparentes y en el intercambio de conocimientos. Esto sería una verdadera "solidaridad en acción".
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